Surgieron a finales del siglo X en el sur de Francia. Siempre iban en parejas y predicaban un nuevo movimiento religioso: el catarismo.
Eran conocidos como los “Perfectos” u “hormbres buenos”, amados por el pueblo. Esto era así porque compartían sus problemas y actuaban en momentos de necesidad.
Entre sus peculiaridades estaba que existían Perfectas. Debemos remontarnos mucho en el tiempo (incluso en la época actual) para encontrar otra “religión” que haya dado tanta autoridad a las mujeres.
Tenían una frase que recogía los pilares del catarismo: “comparte con los otros todo lo bueno que quieres para ti, pues nunca te encontrarás solo en los peores momentos”.
El catarismo fue un evangelismo. Uno de los puntos centrales del propósito de vida cátara es la observación literal de los preceptos de Cristo y, especialmente del Sermón de la Montaña. Caracterizados por el rechazo total de la violencia, de la mentira, y del juramento, los cátaros se mostraron a las poblaciones cristianas con unos predicadores (itinerantes y pobres individualmente) de la Palabra de Dios.
Fomentaban la hermandad y siempre predicaban con el. Además eran expertos artesanos y hasta médicos, por lo que eran bien recibidos en cualquier lugar.
Su gran aceptación, desplazando al cristianismo, fue debido a sus profundos valores. Esta situación llevó a la Iglesia a instigar a los nobles y a los cruzados contra los cátaros, ya que estaban perdiendo cuota de poder sobre el pueblo que les prefería antes que los opulentos obispos.
Pero fue a raíz de la creación de la Inquisición (uno de los momentos más infames en la historia de la humanidad), cuando sufrieron una despiadada persecución hasta su total aniquilación.
Pasaron por la hoguera miles de Perfectos, simpatizantes e incluso inocentes que nada tenían que ver (aunque inocentes eran todos).
Por la fuerza de las armas se puso fin a un movimiento religioso que demostró la supremacía por la aplicación de sus sólidos valores, siendo capaces como muy pocos de predicar con el ejemplo.
Fuentes: Carter Scott, R. Nelli y M. Walker
En 1243 Montsegur se convertirá en el último reducto del catarismo,
ya que los cruzados habían acabado con los cataros del resto
de Europa. En este mismo año el rey de Francia formó un poderoso
ejercito que se asentó a los pies de la montaña que acogía en
su cima (y sigue acogiendo) la fortaleza de Montsegur para tomarla,
asediándola durante 11 meses. Durante los 9 primeros
meses el ejercito cruzado fue rechazado una y otra vez por las
defensas de Montsegur, perdiendo numerosas unidades, pero
esto duraría poco, ...
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